18.8.15

Salvaje

Autor/a desconocido

"Cuando una mujer toma la decisión de abandonar el sufrimiento, la mentira y la sumisión. Cuando una mujer dice desde el fondo de su corazón; 'Basta, hasta aquí he llegado'. Ni mil ejércitos de ego y ni todas las trampas de la ilusión podrán detenerla en la búsqueda de su propia verdad. Ahí se abren las puertas de su propia Alma y comienza el proceso de sanación. El proceso que la devolverá poco a poco a si misma, a su verdadera vida. Y nadie dijo que ese camino sea fácil, pero es 'el Camino'. Esa decisión en sì, abre una linea directa con su naturaleza salvaje y es ahí donde comienza el verdadero milagro".
"Mujeres que Corren con los Lobos"
Clarissa Pinkola-Estés

13.8.15

Humanidad

El Ser Humano, las Personas, fuimos todas bebés, sin excepción, aún así es frecuente que la mayoría de la población mire a los y las bebés como seres extraños, ajenos a la realidad de quien observan. 
Es común que se les trate con desprecio, que se les ignore incluso cuando reclaman la satisfacción de sus necesidades más básica. Nos hemos vuelto una Especia antinatural, dominada por la desconexión de nuestros cuerpos, de nuestras emociones... sometidos a los vaivenes de las modas y a la inercia. Hemos convertido nuestro propio SER en un "algo" enjaulado. Siento que contenemos nuestra respiración para no sentir, para que no estalle esa bomba de relojería que muchos y muchas de nosotras llevamos dentro, en algún rinconcito de nuestro cuerpo contraído por la represión a la que nos hemos decidido someter. 

Por eso la gran mayoría de esta parte del mundo no quiere sentir al bebé en sus brazos, en su pecho, por eso se les deja llorar y los especialistas insisten en lo bueno del biberón, de la cuna... por eso, por no sentirles y con ello sentirnos abocamos a nuestros hijos e hijas a repetir nuestro patrón, porque hay miedo a sentir, a poner conciencia en nosotras/os, y seguir adelante con nuestro propio plan, con nuestros deseos personales, miedo a experimentar la vida sin estar contraídas, miedo a disfrutar. 

La maternidad, y creo que también la paternidad es un proceso de apertura total, una oportunidad de entrega y de amor hacia nosotras mismas y desde luego hacia esos bellos seres que un día abren nuestro cuerpo y con su presencia nos dicen "Vengo a amar y ser amado". 

Los bebés crean una gran expectación a su alrededor, donde hay una linda bebita hay caras sonriendo a su alrededor. Jamás vi tanta gente a mi alrededor sonriendo y entregándose a la ternura como la he visto desde que mi hija nació. 

Por todo esto que escribo, quiero hoy compartir con ustedes un texto redactado por profesionales del ámbito de la sanidad y la educación referente al llanto del bebé. 


DECLARACIÓN SOBRE EL LLANTO DEL BEBÉ
(extracto del libro La Crianza Feliz, de Rosa Jové)

Autor/a desconocido


Hombres, mujeres, científicas y profesionales que trabajamos en distintos campos de la vida y del conocimiento, madres y padres preocupados por el mundo en el que nuestros hijos e hijas van a crecer, hemos creído necesario hacer la siguiente declaración; 

Es cierto que es frecuente que los bebés de nuestra sociedad occidental lloren, pero no es cierto que sea normal. Los bebés lloran siempre por algo que les produce malestar: sueño, miedo, hambre o, lo más frecuente y que suele ser causa de los anteriores, la falta de contacto físico con su madre u otras personas del entorno afectivo. 

El llanto es el único mecanismo que los bebés tienen para hacernos llegar su sensación de malestar, sea cual sea la razón del mismo; en sus expectativas, en su continuum filogenético ni está previsto que ese llanto no sea atendido, pues no tienen otro medio de avisar sobre el malestar que sienten ni pueden por sí mismos tomar las medidas para solventarlo. 

El cuerpo del bebé recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto necesita, para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego. Por esta razón no tiene noción de la espera, ya que, estando en el lugar que le corresponde, tiene a su alcance todo cuanto necesita. El bebé criado en el cuerpo a cuerpo con la madre desconoce la sensación de necesidad, de hambre, de frío, de soledad, y no llora nunca. Como dice la norteamercicana Jean Liedloff en su obra El concepto del continuum, el lugar del bebé no es la cuna ni la sillita ni el cochecito, sino el regazo humano. Esto es cierto durante el primer año de vida y los dos primeros meses de forma casi exclusiva ( de ahí la antigua famosa cuarentena de las recién paridas). Más tarde, los regazos de otros cuerpos del entorno puede ser sustitutivos durante algún rato. El propio desarrollo del bebé indica el fin del periodo simbiótico: cuando se termina la osificación y el bebé empieza a andar. Entonces, empieza poco a poco a hacerse autónomo y a deshacerse del estado simbiótico. 

La verdad es obvia, sencilla y evidente. 

El bebé lactante toma la leche idónea para su sistema digestivo y además puede regular su composición con la duración de las tetadas, con lo cual el bebé criado en el regazo de la madre no suele tener problemas digestivos. 

Cuando la criatura llora y no se le atiende, llora con más y más desesperación, está sufriendo. Hay psicólogos que aseguran que cuando se deja sin atender el llanto de un bebé más de tres minutos, algo profundo se quiebra en la integridad de la criatura, así como la confianza en su entorno. 

Los padres (y madres) que hemos sido educados en la creencia de que "es normal que los niños/as lloren" y de que "hay que dejarles llorar para que se acostumbren" y que, por ello estamos especialmente insensibilizados para que su llanto nos afecte, a veces no somos capaces de tolerarlo. Como es natural, si estamos un poco cerca de ellos, sentimos su sufrimiento y lo sentimos como algo propio. Se nos revuelven las entrañas y no podemos consentir su dolor. No estamos del todo deshumanizados. Por eso, los métodos conductistas proponen ir poco a poco, para cada día aguantar un poquito más ese sufrimiento mutuo. Esto tiene un nombre común, que es la "administración de la tortura", pues es una verdadera tortura la que infligimos a los bebés, y a nosotros mismos/as, por mucho que se disfrace de norma pedagógica o pediátrica. 

Varios científicos estadounidenses y canadienses (biólogos, neurólogos, psiquiatras, etcétera), en la década de los noventa, realizaron diferentes investigaciones de gran importancia en relación con la etapa primal (inicial) de la vida humana. Demostraron que el roce piel con piel, cuerpo a cuerpo, del bebé con su madre y demás allegados produce moduladores químicos necesarios para la formación de las neuronas y del sistema inmunológico. En definitiva, que la carencia de afecto corporal trastorna el desarrollo normal de las criaturas humanas. Por eso los bebés, cuando se les deja dormir solos en sus cunas, lloran reclamando lo que su naturaleza sabe que les pertenece. 

En Occidente se han creado en los últimos cincuenta años una cultura y unos hábitos, impulsados por las multinacionales del sector, que elimina este cuerpo a cuerpo de la madre con criatura y deshumaniza la crianza. Al sustituir la piel por el plástico y la leche materna por la artificial, se separa más y más a la criatura de su madre. Incluso se han fabricado intercomunicadores para escuchar al bebé desde habitaciones alejadas de la suya. El desarrollo industrial y tecnológico no se ha puesto al servicio de las pequeñas criaturas humanas, llegando a la robotización de las funciones maternas a extremos insospechados. 

Simultáneamente a esta cultura de la crianza de los bebés, la maternidad de las mujeres se medicaliza cada vez más; lo que tendría que ser una etapa gozoza de nuestra vida sexual se convierte en una penosa enfermedad. Entregadas a los protocolos médicos, las mujeres adormecemos la sensibilidad y el contacto con nuestros cuerpos, y nos perdemos una parte de la exterogestación, lactancia incluida. Paralelamente las mujeres hemos accedido a un mundo laboral y profesional masculino, hecho por los hombres y para los hombres, y que, por tanto, excluye la maternidad; por eso la maternidad en la sociedad industrializada ha quedado encerrada en el ámbito privado y doméstico. Sin embargo, durante milenios la mujer ha realizado sus tareas y sus actividades con sus criaturas colgadas de sus cuerpos, como todavía sucede en las sociedades no occidentalizadas. Las imagen de la mujer con su criatura tiene que volver a los escenarios públicos, laborales y profesionales, so pena de destruir el futuro del desarrollo humano. 

A corto plazo parece que el modelo de crianza robotizado no es dañino, que no pasa nada, que las criaturas sobreviven; pero científicos como Michel Odent (1999 y www.primalhealth.org), apoyándose en diversos estudios epidemológicos, han demostrado una relación directa entre diferentes aspectos de esta robotización y las enfermedades que sobrevienen en la edad adulta. Por otro lado, la violencia creciente en todos los ámbitos, tanto públicos como privados, como han demostrado los estudios de la psicóloga suizo-alemana Alice Miller (1980) y del neurofisiólogo estadounidense James W. Presctott (1975), por citar sólo dos nombres, también procede del maltrato y de la falta de placer corporal en la primera etapa de la vida humana. Asimismo hay estudios que demuestran la correlación entre la adicción al consumo de drogas y los trastornos mentales, con agresiones y abandonos sufridos en la etapa primal. Por eso, los bebés lloran cuando les falta lo que se les quita; ellos saben lo que necesitan, lo que les correspondería en ese momento de sus vidas.

Deberíamos sentir un profundo respeto y reconocimiento hacia el llanto de los bebés, y pensar humildemente que no lloran porque sí, o mucho menos porque son malos. Ellas y ellos nos enseñan lo que estamos haciendo mal. 

También deberíamos reconocer lo que sentimos en nuestras entrañas cuando un bebé llora; porque pueden confundir la mente, pero es más difícil confundir la percepción visceral. El sitio del bebé es nuestro regazo; en esta cuestión, el bebé y nuestras entrañas están de acuerdo, y ambos tienen sus razones. 

No es cierto que el colecho (la práctica de que los bebés duerman con sus padres) sea un factor de riesgo para el fenómeno conocida como muerte súbita. Según The foundation for the Study of Infant Deaths, la mayoría de los fallecimientos por muerte súbita se producen en la cuna. Estadísticamente, por lo tanto, es más seguro para el bebé dormir en la cama con sus padres que dormir solo (Ángel Álvarez, www.primal.es). 

Por todo lo que hemos expuesto, queremos expresar nuestra gran preocupación ante la difusión del método propuesto por el neurólogo E. Estivill en su libro Duérmete niño (basado a su vez en el método de Ferber divulgado en Estados Unidos) para fomentar y ejercitar la tolerancia de los padres al llanto de sus bebés. Se trata de un conductismo especialmente radical y nocivo teniendo en cuenta que el bebé aún está en una etapa de formación. No es un método para tratar los trastornos del sueño, como a veces se presenta, sino para someter la vida humana en su más temprana edad. Las gravísimas consecuencias de este método han empezado ya a ponerse de manifiesto. 

Necesitamos una cultura y una ciencia para una crianza acorde con nuestra naturaleza humana, porque no somos robots, sino seres humanos que sentimos y nos estremecemos cuando nos falta el cuerpo a cuerpo con nuestros mayores. Para contribuir a ello, para que tu hijo o hija deje de sufrir YA, y si te sientes mal cuando escuchas llorar a tu bebé, hazte caso; cógele en brazos para sentirle y sentir lo que está pidiendo. Posiblemente solo sea eso lo que quiere y necesita, el contacto con tu cuerpo. No se lo niegues. 

Como afirma Michel Odent, "cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inutil gritar... está sufriendo su primera experiencia de sumisión".  

Fuente: Internet, autor/a desconocid@

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