Invierno de 2013.
Llegué a él sin haberlo planeado, una mañana cualquiera, una de mis mejores amigas y antigua compañera de proyecto en Estonia, me envió el formulario de participación en un proyecto de desarrollo comunitario financiado por Europa. En aquel entonces yo disponía de total libertad, tenía cero responsabilidades, apliqué, argumenté mi interés y unas semanas más tarde andaba a solas por Greenpark, en Londres, esperando por un desconocido que me iba a guiar hasta el resto del grupo de participantes, quienes provenían de Grecia, Rumanía, Polonia, España, y no recuerdo qué otros países.
Aún hoy puedo cerrar los ojos y sentir el frescor de la tierra bajo mis pies descalzos en el bosque, el olor a leña en la yurta y las deliciosas comidas en mi paladar.
Fue un verdadero regalo llegar a Devon, transitar por sus tierras, compartir con personas totalmente desconocidas con el corazón abierto, todo lo abierto que era capaz en aquel entonces.
La beca tenía como finalidad ofrecer a nuestro grupo una adaptación de The journey, un viaje terapéutico hacia el interior de nosotros/as mismos/as, a través de diferentes técnicas de introspección psico corporales y dinámicas grupales en el entorno natural.
Nos alojamos en yurtas de madera en medio de la naturaleza, nos organizamos para cortar la leña y mantener el fuego cada día, colaborábamos en la cocina, el comedor, y otras actividades cotidianas, nos reunimos alrededor del círculo de fuego cada atardecer para compartir las vivencias de la jornada, para escuchar historias y disfrutar, disfrutar del lugar, de la compañía, de ser, de estar.
Hubo momentos verdaderamente impactantes, uno de ellos fue escuchar las motivaciones de cada participante para estar allí, ¿qué te trajo a Embercombe?, ¿por qué necesitas realizar un viaje hacia tu interior? ¿qué esperas de esta experiencia?. Las preguntas no fueron exactamente estas, pero sí muy parecidas. Hubo historias que me impactaron, sobre todo me tocaron profundamente la de las personas más mayores, porque no lo dije, el grupo era diverso respecto a las culturas de origen, y también respecto a la edad, creo recordar que el más joven era un chico de unos 18... 19 años, y la más mayor una señora griega, que superaba los 60. Todas aprendimos de todas, y aunque hace tiempo que perdí el contacto con la mayoría de estas personas, siguen teniendo un espacio en mi corazón, pues con ellas transité parte de mi viaje hacia mí misma, un viaje que continúa y que con seguridad continuará en mi día a día, hasta que suelte mis ropajes y transite a otros mundos.
Puedes visitar Embercombe pinchando el siguiente enlace Embercombe
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