No quería permitirme cerrar este periodo dedicado a la Mujer, sin comentar la aportación tan enriquecedora y transformadora, que Clarissa Pinkola ha supuesto para mí, y sé que también para otras
muchísimas mujeres.
Hace quizás más de una década, mi madre comenzó a hablarme de una mujer que escribía sobre los cuentos, que hablaba de
la mujer salvaje y de lobos, me decía también que leerla cambiaría mi visión sobre mi misma. Después de mi madre, fueron otras muchas mujeres, quienes siguieron recordándome la existencia de alguien que había
escrito un libro maravilloso, el cual de no ser leído, significaría mantenerme
voluntariamente en la ignorancia sobre el poder intrínseco de toda mujer.
Tanto insistieron y por
tantos frentes, que finalmente agarré el libro de la tal Clarissa y comencé a
leerlo. Me resultó tedioso; “¡Qué le ven a este libro!”, pensé. Insistí una y
otra vez, pero ni modo. Con los años se dieron las circunstancias perfectas para
el reencuentro. Me encontraba agotada emocionalmente, sentada en un aeropuerto con 13 horas por delante. Regresaba a casa tras un frustrado
intento de reencontrarme conmigo misma. Llevaba varios años andando tras mi sombra por diversos países, y aún me sentía perdida, quizás más que cuando comencé a buscarme. Además, en esas fechas andaba arrastrando el dolor de mi vuelta de México. Una aventura
universitaria que había concluido pero que prometía seguir, un país que abandoné voluntariamente dejando atrás un sorprendente amor, por no ser lo
suficientemente valiente. Mis miedos unidos a la muerte repentina y trágica, de un gran compañero
de juegos de la infancia, alimentaron la lista de razones por las que partir, y así salí huyendo hacia mi hogar, un hogar que estaba solo en mis sueños.
Intento tras intento de encontrarme, de sentirme plena, Viva, todos frustrados.
Intento tras intento de encontrarme, de sentirme plena, Viva, todos frustrados.
Estaba rendida, había intentado todo lo que estaba en mi mano y más, pero andaba a ciegas y dando tropiezos por rincones del Mundo. Me llegaban cosas y personas maravillosas y no lograba disfrutarlas, no las aprecié. Lo intenté en Inglaterra, en México, en Madrid.... Salí huyendo del infierno de
cemento y humo en el que se habían convertido algunas ciudades, y comencé la búsqueda de caminos más naturales y sanos, pero tampoco ahí encontré nada.
Dónde , dónde..... dónde!!!!!!!
Viajaba y trabajaba, descansaba lo justo. No me rendía, pero estaba errada, buscaba fuera, fuera de mí. Hasta que me cansé, caí rendida. Mi cuerpo gritaba, mi mente me atormentaba. Era el momento de parar, de reflexionar, de sentir.
Mi reencuentro con Clarissa tuvo lugar durante las últimas horas de un de esos viajes. Yo, con mi mochila como única compañera, y ya sin casi nada de dinero, ni esperanzas.
Tenía ganas de vivir aventuras, de fluir con la vida, pero las cosas no me
salían bien y sola, era muy difícil, por eso volví a casa.
Volviendo al aeropuerto. Era temprano, aún había quienes tomaban el desayuno. Miré el dinero que tenía en el bolsillo y me pregunté si no era mejor invertir una parte en algún libro y otra en la comida para las restantes 13 horas...
Volviendo al aeropuerto. Era temprano, aún había quienes tomaban el desayuno. Miré el dinero que tenía en el bolsillo y me pregunté si no era mejor invertir una parte en algún libro y otra en la comida para las restantes 13 horas...
Encontré un kiosko de esos que tienen de todo, allí estaba “El Libro”, allí estaba esa portada azul
con dos mujeres corriendo con los pechos medio descubiertos. Me lo pensé dos veces pero, no podía dejar escapar el encuentro,
tenía infinidad de horas antes de tomar el avión de vuelta a casa, y necesitaba
un estímulo para levantar cabeza. Quería
encontrar una explicación a lo que me estaba pasando. “¡Por qué no estoy bien
en ningún lugar, por qué nada me convence, ¿dónde está la alegría de vivir,
dónde la motivación, dónde dejé olvidada la pasión! por qué me complico tanto la vida!
No me pude leer el libro
completo desde luego, ni tan siquiera me leí un cuarto. Tan solo lo abrí
instintivamente y comencé a leer uno de sus cuentos y su posterior análisis,
luego leí otro y ya dediqué el resto del tiempo a reflexionar. No recuerdo las reflexiones, simplemente guardo en mi memoria la sensación de asombro, el impacto que me causó y que hizo que no volviera a tocar dicho libro hasta hace pocos meses.
No encontraba sentido a nada,
esa era mi sino en aquel momento. Pero con el tiempo, ese día, esas horas de
reflexión en el aeropuerto, dieron su fruto.
Hace poco pues, agarré entre mis manos de nuevo "Mujeres que corren con lobos", y me lo leí desde la primera hasta la última página, con verdadera devoción. Presté muchísima atención a cada palabra, a cada hecho y ahí fue cuando comencé a comprender y a modificar mi conducta. Me sentí tan reflejada que me era inevitable comprender a las protagonistas de los cuentos, los símbolos, las experiencias. Comprendí que la clave está en observarme, permitirme sentir, permitirme ser y respetarme, sobre todo respetar quien verdaderamente soy y no lo que creí ser. Es un trabajo arduo, constante. A veces caigo en la desidia, en la inercia, pero vuelvo una y otra vez a recordarme.
Hace poco pues, agarré entre mis manos de nuevo "Mujeres que corren con lobos", y me lo leí desde la primera hasta la última página, con verdadera devoción. Presté muchísima atención a cada palabra, a cada hecho y ahí fue cuando comencé a comprender y a modificar mi conducta. Me sentí tan reflejada que me era inevitable comprender a las protagonistas de los cuentos, los símbolos, las experiencias. Comprendí que la clave está en observarme, permitirme sentir, permitirme ser y respetarme, sobre todo respetar quien verdaderamente soy y no lo que creí ser. Es un trabajo arduo, constante. A veces caigo en la desidia, en la inercia, pero vuelvo una y otra vez a recordarme.
Las primeras ocasiones en las
que tomé en mis manos este gran texto, yo no estaba preparada, o quizás no
quería ver lo que su contenido me mostraba, necesité tiempo para encararme ante mi propia realidad y también para digerir.
Esta última vez, quizás hace 3 meses que lo acabé, sí fue
impactante, penetrante y transformador. Las ocasiones anteriores quizás también
lo fueron, pero de un modo más superficial, no quería plantearme ciertas cosas
de las que Clarisa escribía. Esta vez lo hice con calor, sabía que no iba a leer simples cuentos sino que iba a encontrarme conmigo misma, cara a cara con mi sombra y mi luz.
Estaba deseando escucharla, leerla, conocer esos mensajes ocultos, ese simbolismo transmitido de generación en generación que se me había pasado por alto. Tomé el libro como lo que es, un libro, pero lo leí como si fuera un mapa sobre mi persona, un mapa que tendría que descifrar observando mi propia vida, mis hábitos, el modo en el que me trato, la manera en que hablo de mi misma o los juicios que lanzo sobre mi persona, observé cómo me relaciono conmigo, con mis amigas, con los hombres.
Me preguntaba si yo podría ser una verdadera mujer salvaje, antes no lo sabía, ahora tengo claro que no es que pueda serlo, simplemente lo soy.
Estaba deseando escucharla, leerla, conocer esos mensajes ocultos, ese simbolismo transmitido de generación en generación que se me había pasado por alto. Tomé el libro como lo que es, un libro, pero lo leí como si fuera un mapa sobre mi persona, un mapa que tendría que descifrar observando mi propia vida, mis hábitos, el modo en el que me trato, la manera en que hablo de mi misma o los juicios que lanzo sobre mi persona, observé cómo me relaciono conmigo, con mis amigas, con los hombres.
Me preguntaba si yo podría ser una verdadera mujer salvaje, antes no lo sabía, ahora tengo claro que no es que pueda serlo, simplemente lo soy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te apetece puedes dejar aquí tus comentarios. Gracias.