21.3.14

Cuento: En la orilla

EN LA ORILLA


Autora: Tirsa Alonso

Ella andaba descalza, a cada paso sus pies desnudos dibujaban espirales en la arena mojada. Hacía por entregarse al juego. Sus espirales cada vez eran más amplias, las primeras veces su cuerpo seguía el movimiento de sus pies cual entes separados, a medida que pasaban los días, los dibujos se ampliaban y el ritmo de las olas guiaba todo su ser. Era la celebración del reencuentro, un acto de desapego de ideas, miedos y prejuicios. La danza rompía sus cadenas mientras el mar limpiaba las heridas.

El agua acarició su piel al dejarse caer en la orilla, el frío de las pequeñas olas despertaron su fuego interno y como si de magia se tratara cuerpo, mente y alma se unieron con el todo.


Alguien que había observado desde mediana distancia el espectáculo ofrecido por la danzante se acercó al ver que no volvía en sí. "Estará muerta"- pensó -. Con cuidado y miedo se arrodilló al lado de la joven y vio que respiraba y que su rostro reflejaba una gran paz interior. Dormía sonriendo, exhausta por el éxtasis.

Aquella persona que había acudido alertada por el miedo decidió coger a la muchacha y tumbarla en la arena seca, la cubrió con su propia toalla y espero a su lado, hasta que despertó.

"Me place danzar en la arena"- dijo nada más abrir los ojos- "Me siento libre haciéndolo, a veces, cuando acabo, me pasa como hoy, parece que me duermo, pero no es así, simplemente dejo mi cuerpo un rato para poder danzar acompañada en otras playas, mientras lo hago dejo que mi cuerpo descanse. Confío en que siempre estoy a salvo, segura. Y así es, siempre será así".

Los ojos de aquel chico desprendían un brillo que ella no había visto antes, sentía que él era quien había deseado conocer desde hacía ya mucho tiempo. Sin decir una sola palabra el sonrió y tomó su mano. Con un gesto como único lenguaje ambos comprendieron y juntos volvieron a la orilla y danzaron. Cayeron en el sueño del encuentro, sus cuerpos abrazados eran bañados por las olas mientras ellos danzaban  en países lejanos. Cuando volvieron en sí las estrellas serpenteaban el cielo. Decidieron verse viernes tras viernes en la orilla, para danzar y viajar.

Algunas tardes su danza era puro fuego, y siempre que les encontraba la noche se rendían ante ella en un acto de amor tan puro que  se convertían en luz. Por momentos decían que ambos desaparecían y que en lugar de verles sólo se percibía luz, una luz que llenaba de gozo a quien se atrevía a mirarla.

Con el tiempo ambos se fueron a vivir juntos, decidieron alimentar el amor en la cotidianidad, día tras día. Jamás dejaron de danzar en las orillas, ahora que no esperaban a nadie se aventuraron a experimentar con otras playas, se atrevieron a danzar en ríos y así, semana a semana seguían alimentando el fuego que les dio la vida. Jamás dejaron de danzar.


Foto: Tirsa Alonso




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te apetece puedes dejar aquí tus comentarios. Gracias.

Cuentos por la diversidad

¡Cuántas ganas tenía de poder contarlo! Hace tiempo que comencé a magullar una idea, llevo meses buscando entre libros y en los archivos de ...