7.3.14

Sobre pensar la vida y vivir la vida

¡Te pasas el día pensando y aprendiendo lecciones supuestamente importantes!, pero, ¿cuándo, cuándo vas a comenzar a vivir de veras?. Leer, leer y leer. Charlas, seminarios, talleres.... ¿para qué?, ¿para qué?. Mil y un borradores de cada proyecto y ninguna acción. ¿Cuándo, cuándo vas a realizar esos sueños?, ¿cuándo esas montañas de papel tomarán vida?


Eso mismo me preguntaba yo, cuándo carajo voy a comenzar a  experimentar, a hacer... actuar, crear... ¿Por qué tanto afán, tanto apego, tanto valor a las ideas, teorías... a la perfección?, ¿por qué tanto miedo a crear, desarrollar, hacer?, ¿por qué tanto miedo a fallar, a no ser perfecta, a que critiquen mi trabajo... a que no guste? ¿Qué más da? ¿Y qué si me equivoco? ¿Y qué si no soy perfecta?

El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es una elección

Y he sufrido por negarme realizar mis sueños. Ya cambié, POR FIN!!!!, y comencé, y dejé de sufrir, y ahora tan solo algunos momentos, siento el leve dolor inherente a la vida, pero ya sin sufrimiento. 


Obtenía decenas de respuestas cada vez que me formulaba las mismas preguntas. No hace mucho me di cuenta de que la cuestión está en dejar de cuestionar, en dejar de querer aprender grandes lecciones y ya de una vez lanzarme a la aventura de vivir sin querer saber y controlar todo de antemano. Dejé de querer y pretender ser perfecta, y algo igual de importante, darme tiempo, para experimentar las diferentes posibilidades de cada idea, de cada sueño y con ello, con el tiempo, ir creando, conociendo, modelando mi realidad, desarrollando mis sueños. Resistencias, sí, hay resistencias, las voy soltando, a medida que llegan las dejo ir, y sigo, despacito, sigo.

Mi gran Maestra


Foto: Tirsa Alonso, Argelia, 2009



Porque ¿de qué sirve el conocimiento si ello no se traduce en práctica, en acción?
Pero, ¿de qué sirve hacer sin parar y no saborear ni aprender del proceso?

He sido de lo más deshonesta conmigo al quererme convencer a mí misma de que las cosas, el mundo, era tal como mi mente dictaba. 

Mi mente, llena de ruido, de ideas de otros, de información inyectada por vena mediante las voces de otras personas, marketing, normas.. la moral, el deber, el tener.

 Ruido, mentira, ruido, mentira, ruido, mentira, mentira mentira 
mentiras que nos han hecho creer son la verdad última

Cada día más lejos de lo que esperan de mí, y más cerca de lo sutil, de quien verdaderamente soy, menos máscaras, más autenticidad.


Dice Julia Cameron en su libro "El camino del artista",que quienes se encuentran en exceso en el mundo de las ideas y las fantasías son quienes tienen su lado creativo bloqueado. Siempre me creí creativa, siempre elogié mi capacidad de fantasear, de ver y crear en mi  mente lo que otros ni de lejos llegarían jamás a vislumbrar. Imágenes, obras, cuentos, cuadros... pero no he plasmado ni el 1% de lo que he sido capaz de ver.

Fantaseo tanto porque temo que la realidad no sea tan perfecta como las imágenes que visualizo en mi mente, y al dejar que el miedo a la imperfección me domine, reniego de mis sueños y baño la realidad de un triste velo grisáceo. Y cada vez que me descubro en ello, me paro, respiro y suelto. Suelto las resistencias, el miedo, el terror a no ser perfecta, valorada, apreciada. Y sigo adelante, pasito a pasito permitiéndome explorar el mundo a través de pequeños actos e incluso en algunos momentos, grandes materializaciones.

Me miro ante el espejo con los ojos bien abiertos y me reconozco imperfectamente perfecta

¿He pues, de esconderme tras la máscara de la hipocresía y afirmar ante el mundo que soy la personificación del ideal de mujer contemporáneo? Afortunadamente quedo lejos de lo deseable, de ser simplemente una buena mujer, la deseada por correcta, por callada, por sumisa. Tampoco soy ya la rebelde, la aventurera, la fácil, la suelta... Simplemente ya no soy más de algo, simplemente lo soy todo, cuando quiero, cuando elijo.

Soy



Foto: Tirsa Alonso, 2009



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