13.12.13

Cuento chino


Xuang Lu, un campesino chino, preparó sus enseres para el largo viaje que suponía vender la cosecha de arroz en la ciudad. Antes de su partida, su joven esposa le hizo un encargo, algunos productos de uso cotidiano.

Ya en la ciudad, y después de haber vendido toda la cosecha satisfactoriamente, Xuang Lu junto con otros amigos, se fueron a celebrar el éxito de las ventas, y bebieron. Bebieron tanto, que les alcanzó el amanecer por sorpresa.

Un momento antes de partir hacia el pueblo, el campesino recordó que su mujer le había hecho un encargo, pero fruto de la confusión producida por el exceso de alcohol, no supo qué era aquello que le había encargado. Así fue, que Xuang Lu entró en la primera tienda con la que se cruzó y compró el objeto que más le atrajo.

Una vez en su casa, le dio el objeto delicadamente envuelto a su joven mujer, y partió a trabajar las tierras.
Ella, boquiabierta, impactada y verdaderamente enfadada comenzó a llorar, soltó palabras que ni ella imaginó podrían salir de su boca.

Ante tal escándalo acudió apurada su anciana madre y ésta, con la preocupación y curiosidad propias de las personas mayores, preguntó que qué era aquello que la alteraba.

Madre, mi marido me engaña, y además se ha atrevido a meter en nuestra casa a su nueva mujer.

La madre, que no veía a nadie por los alrededores, tomó en sus manos aquel objeto extraño, que resultó ser un espejo, y le dijo con total seguridad a su hija que no se preocupase, que allí solo había una vieja cansada que nada podía hacer para gustarle a su marido.




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